"Quisiéramos que las doce estampas que aquí presentamos
funcionaran a manera de brindis en una comilona en ocasión
de un homenaje impostergable: el que le rendimos en nuestras páginas
al amigo, al escritor, al intelectual y al incansable defensor de la libertad que es Mario Vargas Llosa." 2007
El escritor en perpetuo estado de hipnosis
"Estábamos en Colombia, en Cali. Mario Vargas Llosa recibía el homenaje de aquella provincia y antes de su discurso tocaron el himno de su país, el Perú, y luego el himno de su otro país, España, y así siguieron los hímnicos colombianos rindiendo homenaje a los distintos lugares implicados en el acontecimiento: la organización, la provincia, el municipio, y así hasta llegar, en el enésimo himno, al himno de Colombia propiamente dicho. Cuando acabó el episodio musical que precedía a sus palabras, Mario se acercó al oído de un poeta que prestaba saludo a tanta música:
–Muchos himnos tienen ustedes.
Y el hombre le respondió, con toda naturalidad:
–Es que Colombia vive en perpetuo estado de himnosis.
Después Mario aguantó a pie firme las palabras de los celebrantes, y él mismo hizo un discurso magnífico, bien trabado, como si hubiera estado en Cali mil veces antes y se conociera de memoria, sin error alguno, todos los nombres de los que le habían animado a ir a esta ciudad sin duda peligrosísima del país más tremendo e hipnótico de América Latina.
Fue aplaudido a rabiar, y se fue a pasear con sus amigos por la ciudad, rodeado de decenas de guardaespaldas profusamente armados de rifles, pistolas y metralletas, entre cuyo desfile de metal y bala descollaba tranquila la figura risueña del novelista. En una de estas sonó un disparó, y los que lo oyeron desde la lejanía se preguntaron cómo estarían Mario y los suyos, cómo percibirían la evidencia del peligro, cómo se habrían resguardado. Cuando se encontraron en el hotel con él, un Mario convertido en adolescente por la emoción en directo que acababa de encontrarse en la calle, contaba, como si fuera otra persona, sobre el sonido que le pasó casi rozando.
Nuestro gran liberal
Contra viento y marea –como acertadamente se titula su obra ensayística– Vargas Llosa ha librado en sus novelas, ensayos y artículos una de las más notables batallas intelectuales de la historia latinoamericana. Sus adversarios quisieran interpretar su liberalismo como una ideología indiferente a los desheredados. La imputación es falsa por muchas razones, pero basta apuntar la más antigua. Una de las tragedias del socialismo en el siglo XX fue haber consentido su desconexión con la tradición liberal que desde el siglo XVIII representaba a la izquierda.
Cuando la izquierda dejó de distinguir entre el pensamiento conservador y el liberal, cortó sus amarras con la herencia humanista y crítica, preparó el camino del pensamiento totalitario y cavó su propia tumba. A partir de su desilusión con el régimen cubano y su metrópoli soviética, Vargas Llosa volvió por cuenta propia (ayudado por la obra de Berlin y Revel) a la tradición liberal y social europea, inglesa y rusa. Nada más remoto a esa corriente que el desdén por el sufrimiento humano, pero para paliarlo entendieron la necesidad de discurrir proyectos prácticos, fragmentarios (ideas de mejoramiento, no de redención), que nunca pusieran en entredicho la libertad individual. Ésa es justamente la filiación de Vargas Llosa.
Hemos librado juntos muchas batallas y, seguramente, libraremos más. Los vientos y el mar del fanatismo de la identidad (de raza, clase, credo, nación) no amainaron en el siglo XXI; por el contrario, algunos son tan fuertes como los del siglo anterior. Pero pueden enfrentarse desde la fortaleza moral que da el trabajo literario exigente, hecho con pasión y perseverancia, y el honesto servicio a la verdad. En momentos de duda y desorientación –que no faltan en estos tiempos– pienso en el compromiso de Mario con la libertad y recobro la esperanza, esa modesta forma de la utopía. ~
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